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Dios, porno y pánico moral

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¿quién teme a un par de pixeles?

Los conservadores religiosos llevan décadas anunciando el apocalipsis por culpa de la pornografía. Según ellos, cada clic en un video adulto es un boleto directo al infierno, a la ruina familiar y a la perdición moral. Sin embargo, cuando miramos los datos, lo que realmente se derrumba no son las familias, sino la credibilidad de estos cruzados de la pureza.

Un estudio con adolescentes en Galicia encontró que casi la mitad (48,8 %) había consumido pornografía alguna vez, el 28 % en el último año y más de uno de cada cinco (21,7 %) en el último mes【link.springer.com】. Sí, el porno es prácticamente tan común como la Coca-Cola. Si fuera un pecado mortal, los confesionarios necesitarían sistema de turnos como el banco en fin de mes.

Otro trabajo, con más de 1.800 adultos, muestra que solo entre el 1 % y el 15 % del consumo alcanza niveles problemáticos, dependiendo de cómo se mida【archpublichealth.biomedcentral.com】. Es decir, la mayoría de la gente puede ver porno sin que se le caiga el mundo encima. Sorprendente: resulta que ver un par de cuerpos desnudos en pantalla no convierte a nadie en un monstruo.

Eso sí, el consumo excesivo sí tiene consecuencias. Un estudio en Egipto con estudiantes de enfermería halló que quienes consumían en exceso mostraban mayores niveles de ansiedad, depresión y estrés【bmcnurs.biomedcentral.com】. Otro estudio reciente observó cambios en la actividad cerebral en quienes usaban pornografía de forma compulsiva【pmc.ncbi.nlm.nih.gov】. ¿La lección? El problema no es el sexo ni los pixeles, sino el abuso, como pasa con cualquier conducta. Nadie demoniza la comida porque existe la obesidad, pero con el porno parece que el razonamiento lógico se queda desnudo.

Conservadurismo y consumo de porno

Lo más divertido de todo este circo moral es la geografía del consumo: diversos estudios han encontrado que los estados más conservadores y religiosos de EE. UU. concentran un consumo más alto de pornografía online. O sea, donde más se predica contra el “pecado de la carne” es justamente donde más se abonan los servidores de páginas XXX. Una paradoja digna de chiste: cuanto más miedo hay al infierno, más rápido se teclea “sexy hot” en modo incógnito.

Lo irónico es que muchos de los más escandalizados con el tema son precisamente quienes ocultan la educación sexual. Prefieren que los adolescentes “no hablen de esas cosas” mientras estos ya están recibiendo su primera lección en páginas XXX. Y luego, claro, se horrorizan cuando los estudios muestran correlaciones entre pornografía temprana y actitudes sexistas o conductas de riesgo【link.springer.com】. Pero en vez de educar, eligen rezar.

Estigma religioso y doble moral

Las religiones llevan siglos demonizando no solo la pornografía, sino también la masturbación —esa actividad que, seamos honestos, probablemente financió más rollos de papel higiénico que todas las epidemias juntas—. Lo irónico es que mientras predican pureza y condenan el placer, los escándalos de abusos dentro de instituciones religiosas crecen año tras año. La estrategia es clara: proyectar la culpa hacia fuera, mientras se barre la suciedad propia bajo la alfombra de la sacristía. Una coreografía de hipocresía que ni los mejores directores de porno podrían dirigir con tanto dramatismo.

La contradicción religiosa es casi cómica: el porno es “pecado mortal”, pero la represión, la censura y la culpa son presentadas como virtudes. Una especie de teología del avestruz: si metes la cabeza bajo tierra, tal vez desaparezcan las erecciones.

Al final, los datos son claros: el consumo de pornografía es masivo, transversal y, en la mayoría de casos, inocuo. El verdadero problema es la hipocresía. Porque mientras los pastores gritan desde el púlpito que el porno destruye la moral, las estadísticas nos dicen que probablemente lo hayan visto anoche… antes de escribir el sermón.

Si de verdad los conservadores creen que la pornografía arruina la sociedad, tienen dos opciones: repartir biblias con bloqueador de páginas para adultos… o aceptar la realidad: la libido humana no se apaga con rezos. Y si a Dios no le gusta el porno, que cierre él mismo las pestañas de incógnito.

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Tags: adolecentes, censura, conservadores, pecado

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