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Vacunación infantil en EE.UU.: cuando la superstición pesa más que la evidencia

Vacunación infantil

En teoría, deberíamos estar celebrando que enfermedades como el sarampión o la polio son reliquias del pasado. Pero la realidad es otra: en Estados Unidos las tasas de vacunación infantil están retrocediendo. Y no, no es porque falten médicos ni recursos, sino porque demasiada gente le hace más caso a gurús de internet que a décadas de ciencia.

Los números no mienten (aunque algunos padres sí)

  • Desde 2019, alrededor del 77 % de los condados en EE.UU. han visto un descenso en la vacunación infantil.
  • En el caso de la vacuna MMR (sarampión, paperas y rubéola), la cobertura bajó de casi 94 % antes de la pandemia a cerca de 91 % recientemente .
  • El problema: el sarampión requiere al menos 95 % de cobertura para mantener la inmunidad de rebaño . Es decir, hemos abierto la puerta para que regrese a hacernos visita.

Fe vs. evidencia

Muchos padres que rechazan vacunas no lo hacen por falta de acceso, sino por “convicciones”:

  • “No confío en el gobierno” (pero sí en un youtuber con gorra y un podcast en el garaje).
  • “No todas las vacunas son necesarias” (igual que no todos los frenos del carro, hasta que chocas).
  • “Prefiero lo natural” (y natural también es la rabia, el tétanos y la lepra).

Es el mismo mecanismo que mueve a la religión: creer por encima de pensar, sentir por encima de analizar.

La verdadera plaga: desinformación

Un estudio reciente muestra que gran parte del rechazo a las vacunas viene de temores sobre efectos secundarios y dudas sobre la seguridad . No son datos, son miedos. Lo preocupante es que estas narrativas tienen eco en redes sociales, donde la fe en lo irracional encuentra siempre púlpito.

Mientras tanto, las consecuencias no se hacen esperar: ya se registran brotes de sarampión en comunidades con bajas tasas de vacunación . Y no, rezar no detiene un virus.

Qué hacer desde el escepticismo

  1. Defender la ciencia con datos: recordar que ningún estudio serio ha probado la supuesta relación vacuna-autismo, mientras que sí hay toneladas de evidencia de su seguridad.
  2. Desarmar la retórica con humor: la ironía ayuda a desnudar lo absurdo.
  3. Recordar que vacunar es un acto colectivo: la libertad individual no incluye el derecho a poner en riesgo a otros.

Las vacunas son uno de los pocos milagros auténticos que la humanidad ha producido: salvaron millones de vidas y borraron enfermedades enteras del mapa. Ignorarlas porque “mi primo leyó en Facebook que…” es como rechazar la anestesia porque “en la Biblia no la usaban”.

La ciencia funciona aunque no creas en ella. La fe, en cambio, nunca curó un sarampión.

Fuente: https://t.co/N2oo45OYTt 

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